Las historias y anécdotas que se esconden tras la creación de un cosmético siempre resultan evocadoras. Al menos para mí. Sobre todo cuando se mezclan recuerdos de infancia y capítulos personales que influyen de manera determinante en la elección de ingredientes, en los colores, en el proceso de bautismo del nombre que se les da…
Una de las que más me ha gustado últimamente –con permiso del tono Lucky de Dior, que rinde homenaje a las pasiones de Monsieur y a ese carácter supersticioso que siempre le llevaba a colocar una ramita de muguete en los dobladillos de sus creaciones antes de cualquier desfile– es la que encierra la colección de maquillaje de Dolce & Gabbana, por fin, ya en España.
Todos y cada uno de los matices de su propuesta encierran alguna de las pasiones Stefano y Domenico, como los colores inspirados en los atardeceres mediterráneos, presentes en toda la colección de una u otra manera. Aunque, sin duda, la historia que más me gusta es la de sus barras de labios. Los creadores, que siempre han adorado la figura de La Mamma italiana y nos lo han hecho saber con sus creaciones y campañas (la última, protagonizada por Monica Belluci y Bianca Balti, es un buen ejemplo), querían que los lipsticks de su colección olieran como los de sus madres: empolvados, dulces, con acordes de rosa… Y que cerraran a golpe de clic. Porque, sí, ellos no conciben una barra de labios que no cierre así en el teatral ritual del maquillaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario